domingo, 5 de diciembre de 2010

 

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jueves, 2 de diciembre de 2010

 

Wikileaks a contrapelo


“Peronist ideology–which can lead to political paranoia–”
ID: 243823 desde Wikileaks

“El infinito, querido, es bien poca cosa; es una cuestión de escritura”
Paul Valery

Henry Ford debe haber viajado en un buen carro empujado por caballos mientras iba hasta su taller con la mente ocupada en esa idea vanguardista que alguien después llamaría «el automóvil». Pero nadie documentó en video el espacio vacío entre ese carro empujado por caballos y el motor del primer automóvil. Esa brecha entre un cambio rotundo de época. Por suerte, el #findelperiodismo sí es capaz de registrar su propia autopsia.

Leer Wikileaks a contrapelo. No se me ocurre un modo más productivo de colocar en tensión las ideas de lo que escribí sobre Wikileaks hasta el momento. Si hay un esfuerzo que vale la pena, es el de desconcertar incluso las ideas propias. Flexionar aún más la ilusión de los discursos condensados que pretenden objetivar el affaire Wikileaks en un único sentido posible (cualquiera fuere este).

El affaire Wikileaks un punto de inicio válido para «la puesta en goteo» de todas aquellas prácticas discursivas que se consideran inexpugnables. La puesta en goteo de todos los sentidos.

I
La fantasía milenarista. Cuando un uso libertario de la tecnología se articula con un discurso periodístico radicalmente independiente, todavía pueden producirse algunos destellos de eso que hace ya muchos siglos el racionalismo liberal llamó verdad.

El milenarismo es ante todo un proyecto revolucionario que consta de la destrucción reparadora del presente y que ubica su edad de oro en el futuro. El milenarismo –explica Beatriz Sarlo– es radical. Julian Assange es, en ese sentido, un héroe milenarista. Como todo «héroe negativo» construido desde la web, la negatividad de su discurso tiene como objeto destruir el discurso pauperizado, deslegitimado y consumido del periodismo tradicional. Assange es un catalizador del #findelperiodismo en acto. Némesis técnico y político de un cúmulo de prácticas ideológicas, culturales y económicas que perecen. ¿Es el suyo un discurso radicalmente independiente? Assange afirma que sí. Dado el estado de impotencia del periodismo, me parecería ofensivo que me llamaran periodista, dice. La cuestión es delicada y su resolución demarcaría inmediatamente la segunda pregunta: ¿Wikileaks es un uso libertario de la tecnología?

La impotencia del periodismo de la que habla Assange se remite al estado inerte del poder simbólico del periodismo proyección incuestionable de los intereses de «la opinión pública». Un «valor» que ya no está bajo el control de quienes siempre lo tuvieron y que por lo tanto ubica al periodismo como se lo practicaba desde el siglo XIX hasta hoy en ese abismo final de sentido que es el #findelperiodismo.

Wikileaks no es sino un gran «territorio medio» donde habitan todas las ideas que antes del #findelperiodismo se tenían por certezas. Entre ellas, la idea de verdad. Pero este proceso es anterior, sincrónico y también será posterior a Wikileaks. Hay que remarcarlo por una razón: evitar esaconstrucción hagiográfica de Julian Assange, en la que una discusión política acerca de los efectos de su trabajo sólo parece mutilarse a favor de una discusión cultural acerca de los efectos de aquello que representa. Y la discusión, para que resulte productiva, no debe obturarse.

II
Los informes de Wikileaks parecen esta vez develar, ante todo, el curioso andamiaje de datos que respaldan una arquitectura de espionaje que aún aspira al dominio imperial.

La palabra clave es «curioso» y en realidad debería ser «frágil». Lafragilidad no se trata del modo en que la información supuestamente secreta fue goteada –el hacking ya fue leído como parte nuclear del #findelperiodismo-, sino de la fragilidad de esa información en tanto información supuestamente secreta.

Esto le gustaría a Enrique Vila-Matas y a sus máquinas de escrituras portátiles: Wikileaks revela al sistema de espionaje americano bajo la forma de una enorme máquina de producir textos. Pero no textos analíticos –tal vez hoy los aparatos de inteligencia globales le deban más al imaginario de lo infranqueable y contundente instalado desde el cine de Hollywood que a sí mismos– sino textos producidos alrededor de percepciones frívolas y triviales. “Chismes y rumores”, como dijo Hillary Clinton. Más escritossobre cuerpos –a la manera de Kafka– que sobre proyectos estratégicos.

Pero una máquina infinita –y portátil a través de todos los edificios diplomáticos del mundo– de producir textos implica por lógica interrogarse acerca de los modos en que esos textos son escritos y leídos. ¿Cuál es el criterio de «valor» a la hora de escribir estos textos? ¿A qué «competencias de lectura» apelan estos textos?

“Massa described NK as a master tactician who enjoyed a good fight”, dice el cable 225062. Afirmaciones de un tenor retórico más sólido y ante receptores que demandarían argumentos más críticos se pueden documentar en cualquier peluquería de barrio. Incluso si el tema en cuestión fuera algún inminente candidato a edil en Montevideo. O las proyecciones de algún vecino con tiempo libre para copar el consorcio de su edificio.

La embajada porteña no es una subsidiaria menor para pensar ese roce entre las estrategias a través de las cuales la Argentina intenta escribirse y aquellas a través de las cuales los informantes de la embajada intentan leerla (“die-hard kirchneristas” se llama a las voces más oficialistas en elcable 242241).

Replanteo las preguntas: ¿Cuál es el criterio de «valor» a la hora de escribir? ¿A qué «competencias de lectura» se apela? Agrego entonces que un análisis correctamente geopolítico de aquello que Wikileaks ha revelado podría prestarse a innumerables congresos sobre un fenómeno de #findeépoca para muchos elementos más que la mera vulnerabilidad técnica de los firewalls o la lealtad de los agentes del Departamento de Estado.

III
Este video enternecedor de los periodistas de El País –que me envió el camarada @jkusunoki– sería solo enternecedor si fuera falso, como la autopsia de aquel extraterrestre en Roswell, pero no lo es. Este video de 2:48 minutos es real. El gore del #findelperiodismo en YouTube. Escenas crudas de una masacre simbólica inusitada. Mírenlo, por favor.

¿Qué se ve?

Se ve a una de las últimas legiones romanas del periodismo tradicional arrasado por una barbarie digital que no comprende. Porque si la estructura digital de Wikileaks necesitó servirse de las plataformas web de las corporaciones del «periodismo tradicional», fue únicamente para concretar el doble golpe de su aniquilamiento técnico y simbólico. Digamos: para poder demostrar que todo aquello que el «periodismo tradicional» trafica cada día no sólo es irrelevante, sino para demostrar también que se le puede hacer pagar el costo público de su propia irrelevancia. Porque los bárbaros no acabaron con Roma cuando guerreaban contra sus legiones –como ya sonó por aquí alguna vez–, sino cuando se integraron a las legiones. «Y les digo, camaradas, que el discurso periodístico contemporáneo está cada segundo más plagado de los más maravillososbárbaros, que no son precisamente quienes se aferran todavía a líneas editoriales o acusan a Wikileaks de desvalorizar el verosímil».

Lo enternecedor surge precisamente del contraste. De esos hombres del «periodismo tradicional» que sonríen y celebran el haberse convertido en profilácticos difusores de Wikileaks, como si no supieran que son partícipes de su propio vacío y de su propio fin. Se me ocurre otra escena: un cuerpo de soldados troyanos que acabaran de lustrar ese magnífico caballo recién obsequiado por los griegos y luego se marcharan a dormir satisfechos y entre risas (después de subirse a YouTube).

“Estamos en el cruce de caminos entre esos dos futuros. Por eso es tan importante y tan interesante estar involucrado en esto. Con nuestras acciones de ahora determinamos el destino del entorno mediático internacional de los próximos años”, dice Julian Assange. Lo que seguro se ve en ese video es el final de uno de los caminos del pasado.


miércoles, 1 de diciembre de 2010

 

Cinco versiones para entender Wikileaks




I
Radiografías ideológicas de las políticas domésticas y exteriores de estados soberanos. Análisis de campo de los distintos roles de poder. Informes biográficos sobre “figuras clave del gobierno argentino”. La salud de Néstor Kirchner. La personalidad de Cristina Fernández. Inquietudes sobre los nietos del ex canciller “y ex Montonero” Jorge Taiana. El affaire Wikileaks y el crudo modo en que fueron revelados compulsivamente los primeros centenares de más de 250.000 documentos clasificados del cuerpo diplomático de los Estados Unidos es una prueba de que las fantasías milenaristas del sueco Stieg Larsson y su saga Millennium eran, si no vanguardistas, inevitables. Detrás de la maniobra no hay ningún periodista ficticio al estilo de Mikael Blomkvist, ni una atribulada hacker dark como Lisbeth Salander, sino un hombre que parece sintetizarlos en un único sueco de carne y hueso: Julian Assange, autodefinido editor y no periodista “dado el estado de impotencia del periodismo”, aclara desde una ubicación secreta en Londres donde también resuenan los ecos críticos de antiguos colegas. Frente a todos, el goteo de “chismes y rumores” –como los llamó una apurada Secretaria de Estado Hillary Clinton– sobre los principales líderes, conflictos políticos, bélicos y sociales del mundo.

II
Sacados a la luz por el mismo sitio que ya desnudó desde la web el costado más oscuro de la invasión militar a Irak y Afganistán –documentando el verdadero alcance de la guerra sobre la población civil–, los nuevos informes de Wikileaks parecen esta vez develar, ante todo, el curioso andamiaje de datos que buscan respaldar una arquitectura de espionaje que aún aspira al dominio imperial.

III
De esas 251.287 goteras de la inteligencia americana, más de 2.200 provienen de la embajada en Buenos Aires entre los años 1966 y 2010. Apenas poco menos de una decena ha sido publicado hasta el momento: suficiente como para trazar un bosquejo de qué significa la Argentina dentro del esquema concreto del poder americano, incluso a la hora de designar un potencial Papa. Un corpus suficiente para trazar un bosquejo del valor textual que significa la Argentina dentro del esquema del poder americano. ¿Cómo los Estados Unidos escribe el devenir nacional de la Argentina? ¿Cuáles son los criterios de valor para aquello que se prefiere escribir sobre los funcionarios? ¿Cuáles son las fuentes de esos textos y a qué grado de lucidez lectora apuntan? La embajada porteña no es una subsidiaria menor para pensar ese roce entre las estrategias a través de las cuales la Argentina intenta escribirse y aquellas a través de las cuales los informantes de la embajada intentan leerla (“die-hard kirchneristas”, se describen las voces más oficialistas en el documento 09BUENOSAIRES1311).

IV
Entre las superficiales menciones a las “fiestas salvajes” del italiano Silvio Berlusconi, el “machismo” del ruso Vladimir Putin y las maniobras del venezolano Hugo Chávez para convertir a América Latina “en Zimbawe”, un recorrido más lúcido por los informes de Wikileaks también muestra algunos de los puntos de preocupación más candentes de la administración de Barack Obama. El modo en que se negocia –con hasta 85.000 dólares por cabeza para los estados dispuestos a aceptarlos– la reubicación global de detenidos en ese enorme espacio de excepcionalidad agambiana que es la cárcel de Guantánamo, el preocupante –según la perspectiva norteamericana– rol estratégico que China construye velozmente sobre el bloque asiático aspirando a “dominar” una Corea unificada, y aún el modo directo en que Estados Unidos intervino directamente sobre la Justicia española son apenas una muestra. Aún así, la mayoría de los informes diplomáticos continúan siendo los vinculados a Oriente Medio y su zona de influencia: Irak, Irán, Turquía, Israel y Afganistán. Un área en la que Estados Unidos parece aún no resolver ni en secreto el modo de desandar ese profundo nudo político, religioso y militar que desde hace ya una década anuda la Casa Blanca en la región. Irónicamente, esa invisibilización persiste a pesar de Wikileaks: mucho se habla de los cables referidos a los grados de genuflexión ideológica de Sarkozy ante Washington, pero poco de la compleja cantidad de aristas desnudadas allí donde la política americana ha tomado la forma concreta de la guerra. Por supuesto, Wikileaks es también un modo más en el que se profundiza ese universo simbólico en crisis que es el discurso de la opinión pública. Algo que por ahora sólo convendría categorizar como#findelperiodismo, pero que sin dudas también renueva el valor de la pregunta acerca del verdadero efecto performativo que tiene sobre las conciencias de los actuales consumidores de información aquello que sólo se presenta –ahora bajo la forma Wikileaks– como pura democratización de la información. (Cualquier pregunta sobre el derrumbe del periodismo tradicional ante aquello nuevo está documentado en este antológico video de El País, comparable a cualquier video que mostrara el hundimiento del Titanic).

V
En tanto efecto de una filosofía milenarista, la destrucción reparadora sobre la lógica tradicional de producir información y sentido ha sido ocurrido una vez más a través del más literal hackeo. Y real o no, el cuestionamiento acerca del sostenimiento material de esa lógica habrá sido golpeada: Wikileaks asegura financiarse con donaciones anónimas, un modelo de negocios que renueva drásticamente el criterio de explotación del periodismo tradicional. Es ahí donde vuelve a asomar el imaginario técnico y milenarista de Stieg Larsson. En la fantasía –hoy más palpable que nunca– de que cuando un uso libertario de la tecnología se articula con un discurso periodístico radicalmente independiente, todavía pueden producirse algunos destellos de eso que hace ya muchos siglos el racionalismo liberal llamó verdad.

martes, 16 de noviembre de 2010

 

Territorios medios

Hay algo que fait date, diría yo en francés, «hace época», y éste es su impacto, el impacto mismo de aquello que es, por lo menos, sentido, de manera aparentemente inmediata, como un acontecimiento que marca, un acontecimiento singular o, como se dice en inglés, unprecedented.

Jacques Derrida


I

Hay un nodo de sentidos contradictorios alrededor del #findelperiodismo respecto a qué significa el propio fin del periodismo. Recorto dos líneas.

En un plano simbólico –llamémoslo así–, el #findelperiodismo es el modo en que han emergido irreparablemente del falso piélago de la objetividadlos intereses materiales –y por lo tanto ideológicos– que moldeaban las plataformas tradicionales del discurso periodístico tal como se lo ejercía –o tal como se hacía creer que era ejercido– hasta ahora. «Ahora» no es una categoría menor en este esquema, sino más bien un «valor» de forma caprichosa y dinámica.

Lo importante es que «ahora» es un «valor» que ya no está bajo el control de quienes siempre lo tuvieron. Y en tanto forma, ha muerto. La demostración del argumento sería: ¿qué produce «ahora» un anchormanque se presentara como portavoz de la objetividad periodística? Nada más que risa.

En un plano técnico –llamémoslo así–, el #findelperiodismo es el modo en cambiaron irreparablemente los soportes, los agentes, los modos de circulación, emisión y recepción de la «información», otra forma sobre la que se pueden afirmar muchas cosas, aunque la más trascendental es que se trata de otro concepto en crisis. Y en tanto concepto en crisis, es por varios motivos que el #findelperiodismo flota en aquello tenso, indescifrable, ensombrecido, que podríamos llamar un «territorio medio».

II
Un «territorio medio» es allí donde «ahora» habitan todas las ideas que antes del #findelperiodismo se tenían por certezas.

El #findelperiodismo es también la inestabilidad crítica de todo aquello de naturaleza técnica, ideológica, social y material que lo sostiene (o lo sostenía). Si la organización política depende de la estabilidad de la determinación conceptual, la organización del #findelperiodismo será entonces necesariamente des-organizada, des-determinada, des-conceptual.

III
En noviembre del 2010, incluso las experiencias estéticas colectivas se hunden en el «territorio medio» del estar y el no-estar.

Llevado a una cuestión de registros (donde lo oral se enfrenta a lo escrito y viceversa), que el recital de Paul McCartney en Buenos Aires haya llegado a la web vía YouTube mucho antes de que los periodistas tradicionales tipearan sus “impresiones personales” sobre los temas que tocó, es una cuestión, dirían los viejos periodistas de escritorio, «no menor».

Incluso la teoría del retorno de lo performativo ante lo compositivo que explica la teoría del Paréntesis de Gutenberg puede ubicarse en un «territorio medio», que reflota el viejo debate platónico alrededor de la filosofía del lenguaje. Apelo a una cita de Richard Beadsworth sobre Derrida donde se marcan los puntos relevantes de este tema en el Curso de Linguística de Saussure:

«Es el habla lo que permite esta ilusión de trascender la inscripción porque el sistema de oírse hablar a través de la sustancia fonica se presenta como el significante no-exterior, no-mundano y, por lo tanto, no-empirico o no-contingente. En otras palabras, la “intangibilidad” de la voz conduce a la creencia de que existe una diferencia cualitativa entre lo no-mundano y lo mundano».

Para el #findelperiodismo, la pregunta acerca de lo no-mundano y lo mundano hoy es tan esencial como la diferencia entre producir contenidos para un caudal potencial de consumidores o morir en la Nada del ciberespacio.

IV
La tensión oralidad-escritura es uno de esos nodos de sentidos contradictorios, donde la fase técnica del #findelperiodismo se aproxima a una pregunta imprescindible acerca de lo Real.

¿Qué será a partir del #findelperiodismo lo Real?
¿Cuál será el lenguaje del #findelperiodismo?

La pregunta acerca del lenguaje y sus registros hoy suena incluso donde la cuestión no es el #findelperiodismo sino la política misma y sus espacios de militancia.

V
Otra experiencia estética «no menor». Una película teóricamente intrascendente pero en algunos aspectos vailosa, The Social Network.

Facebook hoy es un «territorio medio». E insisto en qué quiero decir cuando hablo de esto: un «territorio medio» es allí donde «ahora» habitan todas las ideas que antes del #findelperiodismo se tenían por certezas.

El modo en que una red social se gesta como un espacio exclusivo para alumnos de Harvard y en menos de una década –durante la que la fuerza de internet se traduce en un alud expansivo que logra incapacitar el poder normativizador del proyecto– acapara también a los agentes más silvestres de la Policía Bonaerense, chocando finalmente –en menos de una década– con una película tradicional que exige a los «nativos digitales» encerrarse en una sala de cine paga para consumirla, eso, exactamente eso, ubica a todo el proyecto Facebook en un «territorio medio».

Tal vez David Fincher lo supo antes que nadie y se abocó a la representación constante de un «territorio medio» como escenario privilegiado de su relato.

El propio Zuckerberg se pasa toda la película hablando de la digitalización completa de la vida, mientras está sentado en una mesa de conciliación definiendo cifras para un arreglo extrajudicial junto a una larga serie de abogados (por eso mismo Zuckerberg no se equivoca al afirmar solamente que “lo único real de The Social Network son las camisetas”).

Otra vez, la cuestión de los registros.
La convivencia forzada y en tensión.
Ese «territorio medio» donde flota el #findelperiodismo.


lunes, 8 de noviembre de 2010

 

Interrogante sobre Massera



Murió Massera, como era "autoritario" y "embistió contra los medios", seguro que le espera una masiva despedida popular en Plaza de Mayo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

 

CINCO PUNTOS SOBRE BISTURIES




Lo siguiente son apuntes, glosas y comentarios
sumarios a la discusión que se dio acá

I

Es tiempo de operaciones. Juguemos a hacer malabares con nuestro propio bisturí.

La muerte de Néstor Kirchner instaló un dictum tratable no más allá de las fronteras inconmensurables –y de ahí su primera naturalezainoperable– de la instantaneidad de lo genuino. «El kirchnerismo vivificó la política como tema de interés en la arena pública». Hay un segundo dictum, posterior, operable –quiero decir: lícito de ser intervenido desde un ejercicio político– que propone que «en este instante, el cinismo (como único affectio ciudadano) se revela enteramente arcaico». La parte importante ahora es esa que dice en este instante.

«En este instante» se colocan en juego las operaciones. Las hay toscas y las hay sutiles. Como somos amigos de la sutileza, vamos a ocuparnos de las operaciones sutiles. Las más interesantes –en este instante– son las operaciones ligadas a las «lecturas culturales de la muerte de Néstor Kirchner».

II

El bisturí de la «lectural cultural» se oxida desde el momento en quepropone un corte diacrónico y nunca –o casi nunca– sincrónico. Esto implicaría una oxidación instantánea, por supuesto. Pero no en un contexto de #findelperiodismo, donde todavía hay resistencia ante lo fáctico de los hechos –y no por una incapacidad ingenua o gratuita para el análisis, que desnaturaliza el affectio–, e incluso Jon Lee Anderson, que ve musulmanes alrededor del Obelisco, trasmite seminarios sensibles sobre formas extinguidas y tecnológicamente arcaicas como la «crónica periodística».

Pero volvamos a lo relevante. El bisturí diacrónico de la «lectura cultural» falla al unísono en manos de cirujanos del progresismo –también el K– y en manos de cirujanos del establishment, palabra que inserto con la absoluta seguridad de no caer yo mismo en ningún anacronismo. La diacronía cultural sólo se ha sintetizado en una misma conclusión: el 27 de octubre de 2010 ha sido un agujero de gusanouniverso cultural que transporta sin factor de rozamiento a los actores reanimados de la arena pública al 1 de julio de 1974.

La angustia del bisturí diacrónico pasa necesariamente por el loopingde la Historia. E inevitablemente demanda –momento Deleuze de la velada– repetición y nunca diferencia. Aniquilamiento –no físico, por supuesto: pero aniquilamiento– o toma inmediata de los votos de la militancia partidaria. En una u otra mano, el bisturí diacrónico congela el affectio. No lo dinamiza, lo obtura. Por desidia intelectual o por interés corporativo, lo traslada de la sincronía de la historia presente a los esquemas del pasado.

Personalmente, ya no creo en la desidia intelectual. No durante el #findelperiodismo Por lo que se vuelve necesario intervenir con un bisturí propio que diga: el «traslado» quiere convertir en cultural lo que a todas luces es –y sólo es– político. Y por «convertir» quiero decir: anular. Negar. Incluso, ridiculizar como moda vacía. La siguientemoda retro en el esquema de imbecilidad dominante antes del 27 de octubre de 2010. Quien quiera reducir lo que Mariano Canal (@buensalvaje) describió en un abanico que va desde un «oasis de voluntarismo» hasta un «capítulo bildungsroman político», quien quiera reducir todo eso a un mero gesto cultural, está negando el verdadero gesto político.

Hasta qué punto algunos cirujanos del progresismo –también el K– y algunos cirujanos del establishment prefieren tratar con un «fenómeno cultural» antes que con un «fenómeno político» estará por dilucidarse con el correr de los meses, durante los que, por supuesto, el riesgo de la #derrotacultural también acecha.

III

El bisturí de «la contradictio». Este es mi bisturí favorito, en particular porque es uno que sí puede lacerarme. Pero es un laceramiento a conciencia, un laceramiento bienvenido porque produce esas heridas que profundizan las contradicciones y movilizan el pensamiento. En principio, para la barra de la #derrotacultural que también nos lee: hay que leer a Hegel. Lean a Hegel (incluso algunos libelos mediocres de gorilas hebreos con infulas de intelectuales) de . Incluso tápense las orejas ante José Pablo Feinmann y busquen en Wikipedia, ahí debe haber lo suficiente para entender que «la contradictio» es buena, al punto que moviliza la Historia.

Hay varios cirujanos con el bisturí de «la contradictio» en sus manos. Me interesan particularmente dos tipos de cirujanos: los que prefieren el quirófano de la conciencia y los que prefieren el quirófano de lamilitancia. Vamos primero a los bisturíes que buscan contradicciones en las conciencias. Necesito volver –auguro que todos vamos a tener que volver– al primer post del @buensalvaje: «La pedagogía de Lanata y compañía nos enseñó a buscar el origen de la crisis nacional en las declaraciones juradas».

Al parecer, si hay dispositivos de análisis de conciencias capaces de calar profundo en cierto imaginario popular, uno de ellos es el que hace del pensamiento una Conciencia Absoluta y Siempre Igual a Sí Misma. No se me ocurre mayor explicación que cierta masificación de la pedagogía periodística de las declaraciones juradas y veinte años de programas de archivo en televisión. (Ahí se licúa esa pedagogía del modo más entretenido: es decir: del modo más brutalizador y cínico, «¿pero cómo no sos el depositario ideal de una Conciencia Absoluta y Siempre Igual a Sí Misma?»).

Al respecto, sólo dos ideas. Primero: la conciencia puede ser muchas cosas, pero no es una declaración jurada. Segundo: leer a Hegel. A Descartes, no sé. Tal vez sencillamente leer algo («a los libros», como ha dicho uno de los kibutz del #findelperiodismo).

Incluso el peor discurso alrededor del #findelperiodismo se ha construido sobre esta falsa premisa de que el pensamiento es una «declaración jurada», equiparando los casos de Barone en 678 post-Clarín con el de Caparrós atacando por TN a “los kirchneristas” con los mismos argumentos con los que antes atacaba a los “ecololós”. Que caigan en un mismo cúmulo acusatorio es intelectualmente dudoso (y no digo que tal vez no deba ser así, sólo digo que es parte del peor discurso posible sobre el #findelperiodismo: el más pobre).

Los objetores de conciencia más sutiles –sólo por el purismo de su filosofía política–, han escarbado con el bisturí de «la contradictio» sobre la posibilidad de la política como construcción de un discurso coherente en la medida –única– en que sólo pueda coexistir con una praxis pura. No sé ustedes, camaradas, pero uno a veces se siente en la Atenas del siglo V antes de Cristo. Paseando entre individuos nobles, impregnados de «aidos» platónicas, deambular que sólo se interrumpe para tomar duchas de «pureza moral» e «imperativos categóricos». Apelo al pensamiento sintético de Diego Vecino (@contrarreforma): «Para mí no es mezquino ni oscuro negociar, y en última instancia todo esto puede terminar como una gran derrota generacional. O sea que personalmente, todo bien».

Es es el espíritu productivo del Presente.

Lo otro, una fase boba del cinismo del Pasado.

IV

El bisturí de «la contradictio» sobre la militancia «territorial o virtual» también es propio de los cirujanos diacrónicos. Escribo esto un 3 de noviembre del año 2010. Clausura de la primera década del siglo veintiuno. Casi dos décadas ininterrumpidas de crecimiento, expansión y desarrollo de todo eso que podríamos llamar «internet». Una plataforma clave para el #findelperiodismo. Hay matrimonios que se conocieron por «internet». Enemigos que se conocieron por «internet». Yo mismo he participado de libros convocados, escritos y corregidos a través de «internet». Se gestan grupos sociales, intelectuales, de levante, de boludeo –también de boludeo– en «internet».

Pero quiero ser drástico en este punto: en noviembre del año 2010, plantear una «escisión» entre la militancia «territorial y virtual» es equivalente a plantear una «escisión» entre el siglo dieciocho y el siglo veintiuno. Esa discusión por el umbral y la brecha entre circuitos está acabada. Incluso diría más: hoy no hay praxis –y por supuesto, seguro no la habrá mañana– que no funde su ser-en-el-mundo sobre lo «virtual». No se trata de escindir, sino de releer y valorar con la seriedad que corresponde el potencial de la herramienta más potente que «la militancia», orgánica o independiente, al borde de su propia extinción o renacimiento pleno, tiene en sus manos: «internet».

V

Lo que se impone es una pregunta por las competencias individuales para sumarse a una instancia novedosa de conciencia ciudadana. Unadiscursividad, como dice Hernán Vanoli (@Volquetero), que proponga coordenadas para entender cómo sepultar para siempre el cinismo activada sólo desde una acción colectiva orgánica, por ahora, se me ocurre una cuestión a colocar en suspenso por unos días más.

Nadie se despega con facilidad de esa capa de cinismo donde el Poder quiere que estés.

Se trate de un cinismo con años de «hibridación cultural» por malas lecturas de Houellebecq, o de un cinismo de años por idiotizarse mecánicamente con locutores «cool» de FM de día y tineli de noche, esa pregunta es la clave de la «experiencia sensible» de la época.


sábado, 30 de octubre de 2010

 

Minuto 89

Por Nicolás Mavrakis y Pablo Scaglione.

I

No aspiro la originalidad porque la muerte es el lugar común por excelencia. Hubo oradores calificados. Hubo gente realmente lúcida que ha escrito de un tirón lo que sólo demuestra que se puede llegar a escribir incluso con tirones de lucidez. Todo lo que hubiera querido decir yo, lo escribió antes @buensalvaje. Léanlo. Es estrictamente un verbo que conjugo en un imperativo estético y político. Léanlo. Repito: el autor no es mi amigo, no necesito ser obsecuente con él, pero desde el miércoles 27 yo padecí la compulsión personal –y en algún punto hasta se podría considerar que me pagan por– de leer todo aquello que se hubiera escrito sobre lo que estaba pasado. De todo lo que leí –y leí prácticamente todo en todos los soportes imaginables–, lo del @buensalvaje es lo mejor. Esto no deja de ser una glosa en tono autobiográfico. La escribo porque sé también que no soy el únicoafectado esta semana.

El texto del @buensalvaje tiene una frase que –en mi caso, pero también en el caso de muchos–, es sencilla y demoledora como una granada: «Tuvimos que volver, obligatoriamente, sobre esa certeza grabada a fuego en los 90: "todo es una mierda"».

II

Voy a permitirme el registro patético de lo autobiográfico. Por instinto y después por formación intelectual, lo popular en torno a la política siempre fue sinónimo de sospechoso. El kirchnerismo puede no haber sido el más popular de los fenómenos en la historia argentina, pero es el que me afecta en el punto en el cual alcanzo cierta madurez intelectual. En otras palabras, el kirchnerismo fue el fenómeno popular de mi época. Lo que había.

Uso la palabra afección en un sentido deleuziano: el miércoles 27 de octubre fue en un sentido público y político el affectio de una generación que –vuelvo al @buensalvaje– desactiva la certeza grabada a fuego en los noventa de que todo era una mierda.


III
En mi caso, debo haber sido el más anti K de los anti K mucho antes de que esa gimnasia se volviera un lugar común de la #derrotacultural.

Hay un blog que lleva mi nombre, es la prueba digital.

Pienso dejarlo ahí para volver sobre mi de «educación ciudadana» cada vez que sea necesario. Como los diarios viejos, que uno guarda sólo para saber quién era cuando ya se es otro.

IV

La idea de que todo era una mierda, digamos, si uno no es un liso y llano imbécil –es decir, si uno no es una ama de casa–, es también la impronta lícita de la sospecha.

El dictum es que el kirchnerismo «vivificó la política» como tema de interés en la arena pública: en mi caso, lo hizo desde el extremo opuesto. Pero lo hizo, sin dudas.

Es interesante que la dialéctica entre el «dictum del menemismo» y el«dictum del kirchnerismo» tenga su primera síntesis exactamente en la primera década del siglo veintiuno. Digamos: es esperanzador.

Personalmente, en algún momento me hizo falta una garrocha. El cinismo, cuando se convierte en la punta de lanza de un pensamiento, no es un recurso político menor. Lamentablemente, mi cinismo de polisgriega se fue quedando cada vez más solo.

Los intelectuales que me habían formado miraban hacia el horizonte y tomaban dos posturas: o insuflaban por última vez en sus vidas el aire puro de un campo cultural súbitamente vuelto a ser escuchado –como Beatriz Sarlo desde La Nación, siendo leída y criticada, pero sobre todo: leída otra vez como intelectual interviniente en la res publica–, o se espantaban ante el pragmatismo de lo que vislumbraban como alternativa y entonces se hacían kirchneristas: ahí surgió el espacio Carta Abierta.

Ese espanto no es –y hoy lo es muchísimo menos– un motivo menor para renovar un rumbo.

V

Mi cinismo estetizado y pretencioso me resultaba entretenido. Incluso me resultaba lucrativo. Era un modo de desnudar ciertas contradicciones –no se trata de convertir en hagiográfica la gestión kirchnerista– y también un modo de provocar. Entonces fueron surgiendo lo que los camaradas marxistas llamarían¬«contradicciones». Era el único cínico «estetizado y pretencioso» en un mundo de imbéciles brutalizados por un cinismo que sólo era la implantación más grotesca de los peores ideologemas noventistas. Me leían y me rodeaban individuos que no eran cínicos por opción ni prejuicio, sino porque no podían ser otra cosa. Althusser se hubiera hecho un festín, pero yo me estaba quedando solo, o peor, rodeado de interlocutores inválidos. Voces ineptas. Gente aburrida. Gris.

Esto no se trata del discurso de un converso, sino del discurso de alguien espantado al encontrarse rodeado de imbéciles. De amas de casa. De sujetos que oscilan entre un idealismo inútil por impracticable y una postura apolítica –la otra gran mentira ideológica de los noventa– por abulia moral. No se puede estar donde el Poder te pide que estés.

Llevado a la discusión por el #findelperiodismo, los vectores tal vez se ordenen más rápidamente. En el blog escribí:

«Todo lo permitible en la arena pública se coloca en suspenso cuando un poder público se enfrenta a un poder privado. Por su propia naturaleza, un poder público implica la posibilidad del abismo y la certeza de la restitución. Un poder privado, en cambio, es enteramente el cercenamiento de toda iniciativa ajena a su plena autocracia. La destrucción planificada y absoluta de la polis. Néstor Kirchner se va y deja el dilema abierto. La decisión toma una dimensión ética. O se está con la polis y sus posibilidades, o no se está.»

Ahí está mi #findeepoca.

Ahí abandono el cinismo por inconducente.

El salto inglés, como dice Vila-Matas. El instante en que el cinismo se me revela enteramente arcaico. Y un detalle más: eso fue escrito en un momento donde se desnudó como nunca antes la ausencia de interlocultores válidos. Ni el discurso del periodismo ni la doxa de lo cotidiano eran capaces de articularse como legibles. Ese vacío marcó otro tema que @soifer apenas esbozó con las palabras exactas: la brecha generacional.

Se funda una época –mi época– de brechas.

También generacionales.

VI

La opción no está por «hacerse o no kirchnerista», sino por dejar o no de hacerse el estúpido frente a lo real. La opción, por supuesto, no deja de tener una dimensión «intelectual» en un sentido sencillo: hay quienes ya no podrán abandonar su estupidez cínica. Por incapacidad intelectual, por incapacidad ética: ya no podrán. Ahí quedarán, en su baile retardatario del thanatos, calculando “cúanto habrán cobrado” por ser afectados quienes han sido afectados.

VII

Una hora después de saber que Néstor Kirchner había muerto, escribí: «Y nada de lo que vaya a pasar ahora será bueno para quienes creen que acaba de surgir una ventaja».

Luego fui goteando algunas ideas, mientras me desesperaba por pensar, escuchar y leer a mis contemporáneos:

-Con el #findeepoca también se decreta el final del cinismo. El 2011 nos encontrará inteligentes responsables o imbéciles irrecuperables.

-O se está con la polis y sus posibilidades, o no se está.

-Eso es lo que está pasando: todos han sido afectados.

-Rescato de los blogs que, aún a esta altura de su decadencia, generaron una red de interlocutores válidos que a mi alrededor no había.

-El 28 de octubre de 2010. El día de las afecciones. Todo sujeto lúcido ha sido interpelado y afectado por lo que pasó. El resto, #amasdecasa

-A mi me da tristeza lo que se quedó anclado en los ideologemas de los 90. Sólo podrá barrerlos de su mundo gris la muerte, supongo.

-Los camaradas #freelancers han ayudado a pensar en este y otros foros. Hay que seguir. Un honor. Muchas gracias.

VII

Llamemos a ese «colectivo amorfo e imaginario» de sujetos afectadospor el hecho político de mi época kirchneristas. Pero sólo por razones retóricas, porque ni yo ni varios otros de los afectados se definirían kirchneristas.

Entonces, respeto a los «kirchneristas del minuto 89» y respetaré mucho más a los del minuto 140 porque la opción es clara: después de la muerte de Néstor Kirchner, o se está con lo viejo y lo estúpido, o se está con lo nuevo y lo lúcido.

El camarada Facundo Falduto (@elfaco) sacó una foto interesante: «No me lloren, crezcan». Yo no lloré por Néstor Kirchner, jamás hubiese podido hacerlo, pero fui afectado y estimo casi con seguridad que crecí.



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