domingo, 5 de diciembre de 2010

 

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jueves, 2 de diciembre de 2010

 

Wikileaks a contrapelo


“Peronist ideology–which can lead to political paranoia–”
ID: 243823 desde Wikileaks

“El infinito, querido, es bien poca cosa; es una cuestión de escritura”
Paul Valery

Henry Ford debe haber viajado en un buen carro empujado por caballos mientras iba hasta su taller con la mente ocupada en esa idea vanguardista que alguien después llamaría «el automóvil». Pero nadie documentó en video el espacio vacío entre ese carro empujado por caballos y el motor del primer automóvil. Esa brecha entre un cambio rotundo de época. Por suerte, el #findelperiodismo sí es capaz de registrar su propia autopsia.

Leer Wikileaks a contrapelo. No se me ocurre un modo más productivo de colocar en tensión las ideas de lo que escribí sobre Wikileaks hasta el momento. Si hay un esfuerzo que vale la pena, es el de desconcertar incluso las ideas propias. Flexionar aún más la ilusión de los discursos condensados que pretenden objetivar el affaire Wikileaks en un único sentido posible (cualquiera fuere este).

El affaire Wikileaks un punto de inicio válido para «la puesta en goteo» de todas aquellas prácticas discursivas que se consideran inexpugnables. La puesta en goteo de todos los sentidos.

I
La fantasía milenarista. Cuando un uso libertario de la tecnología se articula con un discurso periodístico radicalmente independiente, todavía pueden producirse algunos destellos de eso que hace ya muchos siglos el racionalismo liberal llamó verdad.

El milenarismo es ante todo un proyecto revolucionario que consta de la destrucción reparadora del presente y que ubica su edad de oro en el futuro. El milenarismo –explica Beatriz Sarlo– es radical. Julian Assange es, en ese sentido, un héroe milenarista. Como todo «héroe negativo» construido desde la web, la negatividad de su discurso tiene como objeto destruir el discurso pauperizado, deslegitimado y consumido del periodismo tradicional. Assange es un catalizador del #findelperiodismo en acto. Némesis técnico y político de un cúmulo de prácticas ideológicas, culturales y económicas que perecen. ¿Es el suyo un discurso radicalmente independiente? Assange afirma que sí. Dado el estado de impotencia del periodismo, me parecería ofensivo que me llamaran periodista, dice. La cuestión es delicada y su resolución demarcaría inmediatamente la segunda pregunta: ¿Wikileaks es un uso libertario de la tecnología?

La impotencia del periodismo de la que habla Assange se remite al estado inerte del poder simbólico del periodismo proyección incuestionable de los intereses de «la opinión pública». Un «valor» que ya no está bajo el control de quienes siempre lo tuvieron y que por lo tanto ubica al periodismo como se lo practicaba desde el siglo XIX hasta hoy en ese abismo final de sentido que es el #findelperiodismo.

Wikileaks no es sino un gran «territorio medio» donde habitan todas las ideas que antes del #findelperiodismo se tenían por certezas. Entre ellas, la idea de verdad. Pero este proceso es anterior, sincrónico y también será posterior a Wikileaks. Hay que remarcarlo por una razón: evitar esaconstrucción hagiográfica de Julian Assange, en la que una discusión política acerca de los efectos de su trabajo sólo parece mutilarse a favor de una discusión cultural acerca de los efectos de aquello que representa. Y la discusión, para que resulte productiva, no debe obturarse.

II
Los informes de Wikileaks parecen esta vez develar, ante todo, el curioso andamiaje de datos que respaldan una arquitectura de espionaje que aún aspira al dominio imperial.

La palabra clave es «curioso» y en realidad debería ser «frágil». Lafragilidad no se trata del modo en que la información supuestamente secreta fue goteada –el hacking ya fue leído como parte nuclear del #findelperiodismo-, sino de la fragilidad de esa información en tanto información supuestamente secreta.

Esto le gustaría a Enrique Vila-Matas y a sus máquinas de escrituras portátiles: Wikileaks revela al sistema de espionaje americano bajo la forma de una enorme máquina de producir textos. Pero no textos analíticos –tal vez hoy los aparatos de inteligencia globales le deban más al imaginario de lo infranqueable y contundente instalado desde el cine de Hollywood que a sí mismos– sino textos producidos alrededor de percepciones frívolas y triviales. “Chismes y rumores”, como dijo Hillary Clinton. Más escritossobre cuerpos –a la manera de Kafka– que sobre proyectos estratégicos.

Pero una máquina infinita –y portátil a través de todos los edificios diplomáticos del mundo– de producir textos implica por lógica interrogarse acerca de los modos en que esos textos son escritos y leídos. ¿Cuál es el criterio de «valor» a la hora de escribir estos textos? ¿A qué «competencias de lectura» apelan estos textos?

“Massa described NK as a master tactician who enjoyed a good fight”, dice el cable 225062. Afirmaciones de un tenor retórico más sólido y ante receptores que demandarían argumentos más críticos se pueden documentar en cualquier peluquería de barrio. Incluso si el tema en cuestión fuera algún inminente candidato a edil en Montevideo. O las proyecciones de algún vecino con tiempo libre para copar el consorcio de su edificio.

La embajada porteña no es una subsidiaria menor para pensar ese roce entre las estrategias a través de las cuales la Argentina intenta escribirse y aquellas a través de las cuales los informantes de la embajada intentan leerla (“die-hard kirchneristas” se llama a las voces más oficialistas en elcable 242241).

Replanteo las preguntas: ¿Cuál es el criterio de «valor» a la hora de escribir? ¿A qué «competencias de lectura» se apela? Agrego entonces que un análisis correctamente geopolítico de aquello que Wikileaks ha revelado podría prestarse a innumerables congresos sobre un fenómeno de #findeépoca para muchos elementos más que la mera vulnerabilidad técnica de los firewalls o la lealtad de los agentes del Departamento de Estado.

III
Este video enternecedor de los periodistas de El País –que me envió el camarada @jkusunoki– sería solo enternecedor si fuera falso, como la autopsia de aquel extraterrestre en Roswell, pero no lo es. Este video de 2:48 minutos es real. El gore del #findelperiodismo en YouTube. Escenas crudas de una masacre simbólica inusitada. Mírenlo, por favor.

¿Qué se ve?

Se ve a una de las últimas legiones romanas del periodismo tradicional arrasado por una barbarie digital que no comprende. Porque si la estructura digital de Wikileaks necesitó servirse de las plataformas web de las corporaciones del «periodismo tradicional», fue únicamente para concretar el doble golpe de su aniquilamiento técnico y simbólico. Digamos: para poder demostrar que todo aquello que el «periodismo tradicional» trafica cada día no sólo es irrelevante, sino para demostrar también que se le puede hacer pagar el costo público de su propia irrelevancia. Porque los bárbaros no acabaron con Roma cuando guerreaban contra sus legiones –como ya sonó por aquí alguna vez–, sino cuando se integraron a las legiones. «Y les digo, camaradas, que el discurso periodístico contemporáneo está cada segundo más plagado de los más maravillososbárbaros, que no son precisamente quienes se aferran todavía a líneas editoriales o acusan a Wikileaks de desvalorizar el verosímil».

Lo enternecedor surge precisamente del contraste. De esos hombres del «periodismo tradicional» que sonríen y celebran el haberse convertido en profilácticos difusores de Wikileaks, como si no supieran que son partícipes de su propio vacío y de su propio fin. Se me ocurre otra escena: un cuerpo de soldados troyanos que acabaran de lustrar ese magnífico caballo recién obsequiado por los griegos y luego se marcharan a dormir satisfechos y entre risas (después de subirse a YouTube).

“Estamos en el cruce de caminos entre esos dos futuros. Por eso es tan importante y tan interesante estar involucrado en esto. Con nuestras acciones de ahora determinamos el destino del entorno mediático internacional de los próximos años”, dice Julian Assange. Lo que seguro se ve en ese video es el final de uno de los caminos del pasado.


miércoles, 1 de diciembre de 2010

 

Cinco versiones para entender Wikileaks




I
Radiografías ideológicas de las políticas domésticas y exteriores de estados soberanos. Análisis de campo de los distintos roles de poder. Informes biográficos sobre “figuras clave del gobierno argentino”. La salud de Néstor Kirchner. La personalidad de Cristina Fernández. Inquietudes sobre los nietos del ex canciller “y ex Montonero” Jorge Taiana. El affaire Wikileaks y el crudo modo en que fueron revelados compulsivamente los primeros centenares de más de 250.000 documentos clasificados del cuerpo diplomático de los Estados Unidos es una prueba de que las fantasías milenaristas del sueco Stieg Larsson y su saga Millennium eran, si no vanguardistas, inevitables. Detrás de la maniobra no hay ningún periodista ficticio al estilo de Mikael Blomkvist, ni una atribulada hacker dark como Lisbeth Salander, sino un hombre que parece sintetizarlos en un único sueco de carne y hueso: Julian Assange, autodefinido editor y no periodista “dado el estado de impotencia del periodismo”, aclara desde una ubicación secreta en Londres donde también resuenan los ecos críticos de antiguos colegas. Frente a todos, el goteo de “chismes y rumores” –como los llamó una apurada Secretaria de Estado Hillary Clinton– sobre los principales líderes, conflictos políticos, bélicos y sociales del mundo.

II
Sacados a la luz por el mismo sitio que ya desnudó desde la web el costado más oscuro de la invasión militar a Irak y Afganistán –documentando el verdadero alcance de la guerra sobre la población civil–, los nuevos informes de Wikileaks parecen esta vez develar, ante todo, el curioso andamiaje de datos que buscan respaldar una arquitectura de espionaje que aún aspira al dominio imperial.

III
De esas 251.287 goteras de la inteligencia americana, más de 2.200 provienen de la embajada en Buenos Aires entre los años 1966 y 2010. Apenas poco menos de una decena ha sido publicado hasta el momento: suficiente como para trazar un bosquejo de qué significa la Argentina dentro del esquema concreto del poder americano, incluso a la hora de designar un potencial Papa. Un corpus suficiente para trazar un bosquejo del valor textual que significa la Argentina dentro del esquema del poder americano. ¿Cómo los Estados Unidos escribe el devenir nacional de la Argentina? ¿Cuáles son los criterios de valor para aquello que se prefiere escribir sobre los funcionarios? ¿Cuáles son las fuentes de esos textos y a qué grado de lucidez lectora apuntan? La embajada porteña no es una subsidiaria menor para pensar ese roce entre las estrategias a través de las cuales la Argentina intenta escribirse y aquellas a través de las cuales los informantes de la embajada intentan leerla (“die-hard kirchneristas”, se describen las voces más oficialistas en el documento 09BUENOSAIRES1311).

IV
Entre las superficiales menciones a las “fiestas salvajes” del italiano Silvio Berlusconi, el “machismo” del ruso Vladimir Putin y las maniobras del venezolano Hugo Chávez para convertir a América Latina “en Zimbawe”, un recorrido más lúcido por los informes de Wikileaks también muestra algunos de los puntos de preocupación más candentes de la administración de Barack Obama. El modo en que se negocia –con hasta 85.000 dólares por cabeza para los estados dispuestos a aceptarlos– la reubicación global de detenidos en ese enorme espacio de excepcionalidad agambiana que es la cárcel de Guantánamo, el preocupante –según la perspectiva norteamericana– rol estratégico que China construye velozmente sobre el bloque asiático aspirando a “dominar” una Corea unificada, y aún el modo directo en que Estados Unidos intervino directamente sobre la Justicia española son apenas una muestra. Aún así, la mayoría de los informes diplomáticos continúan siendo los vinculados a Oriente Medio y su zona de influencia: Irak, Irán, Turquía, Israel y Afganistán. Un área en la que Estados Unidos parece aún no resolver ni en secreto el modo de desandar ese profundo nudo político, religioso y militar que desde hace ya una década anuda la Casa Blanca en la región. Irónicamente, esa invisibilización persiste a pesar de Wikileaks: mucho se habla de los cables referidos a los grados de genuflexión ideológica de Sarkozy ante Washington, pero poco de la compleja cantidad de aristas desnudadas allí donde la política americana ha tomado la forma concreta de la guerra. Por supuesto, Wikileaks es también un modo más en el que se profundiza ese universo simbólico en crisis que es el discurso de la opinión pública. Algo que por ahora sólo convendría categorizar como#findelperiodismo, pero que sin dudas también renueva el valor de la pregunta acerca del verdadero efecto performativo que tiene sobre las conciencias de los actuales consumidores de información aquello que sólo se presenta –ahora bajo la forma Wikileaks– como pura democratización de la información. (Cualquier pregunta sobre el derrumbe del periodismo tradicional ante aquello nuevo está documentado en este antológico video de El País, comparable a cualquier video que mostrara el hundimiento del Titanic).

V
En tanto efecto de una filosofía milenarista, la destrucción reparadora sobre la lógica tradicional de producir información y sentido ha sido ocurrido una vez más a través del más literal hackeo. Y real o no, el cuestionamiento acerca del sostenimiento material de esa lógica habrá sido golpeada: Wikileaks asegura financiarse con donaciones anónimas, un modelo de negocios que renueva drásticamente el criterio de explotación del periodismo tradicional. Es ahí donde vuelve a asomar el imaginario técnico y milenarista de Stieg Larsson. En la fantasía –hoy más palpable que nunca– de que cuando un uso libertario de la tecnología se articula con un discurso periodístico radicalmente independiente, todavía pueden producirse algunos destellos de eso que hace ya muchos siglos el racionalismo liberal llamó verdad.

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