martes, 16 de noviembre de 2010

 

Territorios medios

Hay algo que fait date, diría yo en francés, «hace época», y éste es su impacto, el impacto mismo de aquello que es, por lo menos, sentido, de manera aparentemente inmediata, como un acontecimiento que marca, un acontecimiento singular o, como se dice en inglés, unprecedented.

Jacques Derrida


I

Hay un nodo de sentidos contradictorios alrededor del #findelperiodismo respecto a qué significa el propio fin del periodismo. Recorto dos líneas.

En un plano simbólico –llamémoslo así–, el #findelperiodismo es el modo en que han emergido irreparablemente del falso piélago de la objetividadlos intereses materiales –y por lo tanto ideológicos– que moldeaban las plataformas tradicionales del discurso periodístico tal como se lo ejercía –o tal como se hacía creer que era ejercido– hasta ahora. «Ahora» no es una categoría menor en este esquema, sino más bien un «valor» de forma caprichosa y dinámica.

Lo importante es que «ahora» es un «valor» que ya no está bajo el control de quienes siempre lo tuvieron. Y en tanto forma, ha muerto. La demostración del argumento sería: ¿qué produce «ahora» un anchormanque se presentara como portavoz de la objetividad periodística? Nada más que risa.

En un plano técnico –llamémoslo así–, el #findelperiodismo es el modo en cambiaron irreparablemente los soportes, los agentes, los modos de circulación, emisión y recepción de la «información», otra forma sobre la que se pueden afirmar muchas cosas, aunque la más trascendental es que se trata de otro concepto en crisis. Y en tanto concepto en crisis, es por varios motivos que el #findelperiodismo flota en aquello tenso, indescifrable, ensombrecido, que podríamos llamar un «territorio medio».

II
Un «territorio medio» es allí donde «ahora» habitan todas las ideas que antes del #findelperiodismo se tenían por certezas.

El #findelperiodismo es también la inestabilidad crítica de todo aquello de naturaleza técnica, ideológica, social y material que lo sostiene (o lo sostenía). Si la organización política depende de la estabilidad de la determinación conceptual, la organización del #findelperiodismo será entonces necesariamente des-organizada, des-determinada, des-conceptual.

III
En noviembre del 2010, incluso las experiencias estéticas colectivas se hunden en el «territorio medio» del estar y el no-estar.

Llevado a una cuestión de registros (donde lo oral se enfrenta a lo escrito y viceversa), que el recital de Paul McCartney en Buenos Aires haya llegado a la web vía YouTube mucho antes de que los periodistas tradicionales tipearan sus “impresiones personales” sobre los temas que tocó, es una cuestión, dirían los viejos periodistas de escritorio, «no menor».

Incluso la teoría del retorno de lo performativo ante lo compositivo que explica la teoría del Paréntesis de Gutenberg puede ubicarse en un «territorio medio», que reflota el viejo debate platónico alrededor de la filosofía del lenguaje. Apelo a una cita de Richard Beadsworth sobre Derrida donde se marcan los puntos relevantes de este tema en el Curso de Linguística de Saussure:

«Es el habla lo que permite esta ilusión de trascender la inscripción porque el sistema de oírse hablar a través de la sustancia fonica se presenta como el significante no-exterior, no-mundano y, por lo tanto, no-empirico o no-contingente. En otras palabras, la “intangibilidad” de la voz conduce a la creencia de que existe una diferencia cualitativa entre lo no-mundano y lo mundano».

Para el #findelperiodismo, la pregunta acerca de lo no-mundano y lo mundano hoy es tan esencial como la diferencia entre producir contenidos para un caudal potencial de consumidores o morir en la Nada del ciberespacio.

IV
La tensión oralidad-escritura es uno de esos nodos de sentidos contradictorios, donde la fase técnica del #findelperiodismo se aproxima a una pregunta imprescindible acerca de lo Real.

¿Qué será a partir del #findelperiodismo lo Real?
¿Cuál será el lenguaje del #findelperiodismo?

La pregunta acerca del lenguaje y sus registros hoy suena incluso donde la cuestión no es el #findelperiodismo sino la política misma y sus espacios de militancia.

V
Otra experiencia estética «no menor». Una película teóricamente intrascendente pero en algunos aspectos vailosa, The Social Network.

Facebook hoy es un «territorio medio». E insisto en qué quiero decir cuando hablo de esto: un «territorio medio» es allí donde «ahora» habitan todas las ideas que antes del #findelperiodismo se tenían por certezas.

El modo en que una red social se gesta como un espacio exclusivo para alumnos de Harvard y en menos de una década –durante la que la fuerza de internet se traduce en un alud expansivo que logra incapacitar el poder normativizador del proyecto– acapara también a los agentes más silvestres de la Policía Bonaerense, chocando finalmente –en menos de una década– con una película tradicional que exige a los «nativos digitales» encerrarse en una sala de cine paga para consumirla, eso, exactamente eso, ubica a todo el proyecto Facebook en un «territorio medio».

Tal vez David Fincher lo supo antes que nadie y se abocó a la representación constante de un «territorio medio» como escenario privilegiado de su relato.

El propio Zuckerberg se pasa toda la película hablando de la digitalización completa de la vida, mientras está sentado en una mesa de conciliación definiendo cifras para un arreglo extrajudicial junto a una larga serie de abogados (por eso mismo Zuckerberg no se equivoca al afirmar solamente que “lo único real de The Social Network son las camisetas”).

Otra vez, la cuestión de los registros.
La convivencia forzada y en tensión.
Ese «territorio medio» donde flota el #findelperiodismo.


lunes, 8 de noviembre de 2010

 

Interrogante sobre Massera



Murió Massera, como era "autoritario" y "embistió contra los medios", seguro que le espera una masiva despedida popular en Plaza de Mayo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

 

CINCO PUNTOS SOBRE BISTURIES




Lo siguiente son apuntes, glosas y comentarios
sumarios a la discusión que se dio acá

I

Es tiempo de operaciones. Juguemos a hacer malabares con nuestro propio bisturí.

La muerte de Néstor Kirchner instaló un dictum tratable no más allá de las fronteras inconmensurables –y de ahí su primera naturalezainoperable– de la instantaneidad de lo genuino. «El kirchnerismo vivificó la política como tema de interés en la arena pública». Hay un segundo dictum, posterior, operable –quiero decir: lícito de ser intervenido desde un ejercicio político– que propone que «en este instante, el cinismo (como único affectio ciudadano) se revela enteramente arcaico». La parte importante ahora es esa que dice en este instante.

«En este instante» se colocan en juego las operaciones. Las hay toscas y las hay sutiles. Como somos amigos de la sutileza, vamos a ocuparnos de las operaciones sutiles. Las más interesantes –en este instante– son las operaciones ligadas a las «lecturas culturales de la muerte de Néstor Kirchner».

II

El bisturí de la «lectural cultural» se oxida desde el momento en quepropone un corte diacrónico y nunca –o casi nunca– sincrónico. Esto implicaría una oxidación instantánea, por supuesto. Pero no en un contexto de #findelperiodismo, donde todavía hay resistencia ante lo fáctico de los hechos –y no por una incapacidad ingenua o gratuita para el análisis, que desnaturaliza el affectio–, e incluso Jon Lee Anderson, que ve musulmanes alrededor del Obelisco, trasmite seminarios sensibles sobre formas extinguidas y tecnológicamente arcaicas como la «crónica periodística».

Pero volvamos a lo relevante. El bisturí diacrónico de la «lectura cultural» falla al unísono en manos de cirujanos del progresismo –también el K– y en manos de cirujanos del establishment, palabra que inserto con la absoluta seguridad de no caer yo mismo en ningún anacronismo. La diacronía cultural sólo se ha sintetizado en una misma conclusión: el 27 de octubre de 2010 ha sido un agujero de gusanouniverso cultural que transporta sin factor de rozamiento a los actores reanimados de la arena pública al 1 de julio de 1974.

La angustia del bisturí diacrónico pasa necesariamente por el loopingde la Historia. E inevitablemente demanda –momento Deleuze de la velada– repetición y nunca diferencia. Aniquilamiento –no físico, por supuesto: pero aniquilamiento– o toma inmediata de los votos de la militancia partidaria. En una u otra mano, el bisturí diacrónico congela el affectio. No lo dinamiza, lo obtura. Por desidia intelectual o por interés corporativo, lo traslada de la sincronía de la historia presente a los esquemas del pasado.

Personalmente, ya no creo en la desidia intelectual. No durante el #findelperiodismo Por lo que se vuelve necesario intervenir con un bisturí propio que diga: el «traslado» quiere convertir en cultural lo que a todas luces es –y sólo es– político. Y por «convertir» quiero decir: anular. Negar. Incluso, ridiculizar como moda vacía. La siguientemoda retro en el esquema de imbecilidad dominante antes del 27 de octubre de 2010. Quien quiera reducir lo que Mariano Canal (@buensalvaje) describió en un abanico que va desde un «oasis de voluntarismo» hasta un «capítulo bildungsroman político», quien quiera reducir todo eso a un mero gesto cultural, está negando el verdadero gesto político.

Hasta qué punto algunos cirujanos del progresismo –también el K– y algunos cirujanos del establishment prefieren tratar con un «fenómeno cultural» antes que con un «fenómeno político» estará por dilucidarse con el correr de los meses, durante los que, por supuesto, el riesgo de la #derrotacultural también acecha.

III

El bisturí de «la contradictio». Este es mi bisturí favorito, en particular porque es uno que sí puede lacerarme. Pero es un laceramiento a conciencia, un laceramiento bienvenido porque produce esas heridas que profundizan las contradicciones y movilizan el pensamiento. En principio, para la barra de la #derrotacultural que también nos lee: hay que leer a Hegel. Lean a Hegel (incluso algunos libelos mediocres de gorilas hebreos con infulas de intelectuales) de . Incluso tápense las orejas ante José Pablo Feinmann y busquen en Wikipedia, ahí debe haber lo suficiente para entender que «la contradictio» es buena, al punto que moviliza la Historia.

Hay varios cirujanos con el bisturí de «la contradictio» en sus manos. Me interesan particularmente dos tipos de cirujanos: los que prefieren el quirófano de la conciencia y los que prefieren el quirófano de lamilitancia. Vamos primero a los bisturíes que buscan contradicciones en las conciencias. Necesito volver –auguro que todos vamos a tener que volver– al primer post del @buensalvaje: «La pedagogía de Lanata y compañía nos enseñó a buscar el origen de la crisis nacional en las declaraciones juradas».

Al parecer, si hay dispositivos de análisis de conciencias capaces de calar profundo en cierto imaginario popular, uno de ellos es el que hace del pensamiento una Conciencia Absoluta y Siempre Igual a Sí Misma. No se me ocurre mayor explicación que cierta masificación de la pedagogía periodística de las declaraciones juradas y veinte años de programas de archivo en televisión. (Ahí se licúa esa pedagogía del modo más entretenido: es decir: del modo más brutalizador y cínico, «¿pero cómo no sos el depositario ideal de una Conciencia Absoluta y Siempre Igual a Sí Misma?»).

Al respecto, sólo dos ideas. Primero: la conciencia puede ser muchas cosas, pero no es una declaración jurada. Segundo: leer a Hegel. A Descartes, no sé. Tal vez sencillamente leer algo («a los libros», como ha dicho uno de los kibutz del #findelperiodismo).

Incluso el peor discurso alrededor del #findelperiodismo se ha construido sobre esta falsa premisa de que el pensamiento es una «declaración jurada», equiparando los casos de Barone en 678 post-Clarín con el de Caparrós atacando por TN a “los kirchneristas” con los mismos argumentos con los que antes atacaba a los “ecololós”. Que caigan en un mismo cúmulo acusatorio es intelectualmente dudoso (y no digo que tal vez no deba ser así, sólo digo que es parte del peor discurso posible sobre el #findelperiodismo: el más pobre).

Los objetores de conciencia más sutiles –sólo por el purismo de su filosofía política–, han escarbado con el bisturí de «la contradictio» sobre la posibilidad de la política como construcción de un discurso coherente en la medida –única– en que sólo pueda coexistir con una praxis pura. No sé ustedes, camaradas, pero uno a veces se siente en la Atenas del siglo V antes de Cristo. Paseando entre individuos nobles, impregnados de «aidos» platónicas, deambular que sólo se interrumpe para tomar duchas de «pureza moral» e «imperativos categóricos». Apelo al pensamiento sintético de Diego Vecino (@contrarreforma): «Para mí no es mezquino ni oscuro negociar, y en última instancia todo esto puede terminar como una gran derrota generacional. O sea que personalmente, todo bien».

Es es el espíritu productivo del Presente.

Lo otro, una fase boba del cinismo del Pasado.

IV

El bisturí de «la contradictio» sobre la militancia «territorial o virtual» también es propio de los cirujanos diacrónicos. Escribo esto un 3 de noviembre del año 2010. Clausura de la primera década del siglo veintiuno. Casi dos décadas ininterrumpidas de crecimiento, expansión y desarrollo de todo eso que podríamos llamar «internet». Una plataforma clave para el #findelperiodismo. Hay matrimonios que se conocieron por «internet». Enemigos que se conocieron por «internet». Yo mismo he participado de libros convocados, escritos y corregidos a través de «internet». Se gestan grupos sociales, intelectuales, de levante, de boludeo –también de boludeo– en «internet».

Pero quiero ser drástico en este punto: en noviembre del año 2010, plantear una «escisión» entre la militancia «territorial y virtual» es equivalente a plantear una «escisión» entre el siglo dieciocho y el siglo veintiuno. Esa discusión por el umbral y la brecha entre circuitos está acabada. Incluso diría más: hoy no hay praxis –y por supuesto, seguro no la habrá mañana– que no funde su ser-en-el-mundo sobre lo «virtual». No se trata de escindir, sino de releer y valorar con la seriedad que corresponde el potencial de la herramienta más potente que «la militancia», orgánica o independiente, al borde de su propia extinción o renacimiento pleno, tiene en sus manos: «internet».

V

Lo que se impone es una pregunta por las competencias individuales para sumarse a una instancia novedosa de conciencia ciudadana. Unadiscursividad, como dice Hernán Vanoli (@Volquetero), que proponga coordenadas para entender cómo sepultar para siempre el cinismo activada sólo desde una acción colectiva orgánica, por ahora, se me ocurre una cuestión a colocar en suspenso por unos días más.

Nadie se despega con facilidad de esa capa de cinismo donde el Poder quiere que estés.

Se trate de un cinismo con años de «hibridación cultural» por malas lecturas de Houellebecq, o de un cinismo de años por idiotizarse mecánicamente con locutores «cool» de FM de día y tineli de noche, esa pregunta es la clave de la «experiencia sensible» de la época.


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