sábado, 30 de octubre de 2010

 

Minuto 89

Por Nicolás Mavrakis y Pablo Scaglione.

I

No aspiro la originalidad porque la muerte es el lugar común por excelencia. Hubo oradores calificados. Hubo gente realmente lúcida que ha escrito de un tirón lo que sólo demuestra que se puede llegar a escribir incluso con tirones de lucidez. Todo lo que hubiera querido decir yo, lo escribió antes @buensalvaje. Léanlo. Es estrictamente un verbo que conjugo en un imperativo estético y político. Léanlo. Repito: el autor no es mi amigo, no necesito ser obsecuente con él, pero desde el miércoles 27 yo padecí la compulsión personal –y en algún punto hasta se podría considerar que me pagan por– de leer todo aquello que se hubiera escrito sobre lo que estaba pasado. De todo lo que leí –y leí prácticamente todo en todos los soportes imaginables–, lo del @buensalvaje es lo mejor. Esto no deja de ser una glosa en tono autobiográfico. La escribo porque sé también que no soy el únicoafectado esta semana.

El texto del @buensalvaje tiene una frase que –en mi caso, pero también en el caso de muchos–, es sencilla y demoledora como una granada: «Tuvimos que volver, obligatoriamente, sobre esa certeza grabada a fuego en los 90: "todo es una mierda"».

II

Voy a permitirme el registro patético de lo autobiográfico. Por instinto y después por formación intelectual, lo popular en torno a la política siempre fue sinónimo de sospechoso. El kirchnerismo puede no haber sido el más popular de los fenómenos en la historia argentina, pero es el que me afecta en el punto en el cual alcanzo cierta madurez intelectual. En otras palabras, el kirchnerismo fue el fenómeno popular de mi época. Lo que había.

Uso la palabra afección en un sentido deleuziano: el miércoles 27 de octubre fue en un sentido público y político el affectio de una generación que –vuelvo al @buensalvaje– desactiva la certeza grabada a fuego en los noventa de que todo era una mierda.


III
En mi caso, debo haber sido el más anti K de los anti K mucho antes de que esa gimnasia se volviera un lugar común de la #derrotacultural.

Hay un blog que lleva mi nombre, es la prueba digital.

Pienso dejarlo ahí para volver sobre mi de «educación ciudadana» cada vez que sea necesario. Como los diarios viejos, que uno guarda sólo para saber quién era cuando ya se es otro.

IV

La idea de que todo era una mierda, digamos, si uno no es un liso y llano imbécil –es decir, si uno no es una ama de casa–, es también la impronta lícita de la sospecha.

El dictum es que el kirchnerismo «vivificó la política» como tema de interés en la arena pública: en mi caso, lo hizo desde el extremo opuesto. Pero lo hizo, sin dudas.

Es interesante que la dialéctica entre el «dictum del menemismo» y el«dictum del kirchnerismo» tenga su primera síntesis exactamente en la primera década del siglo veintiuno. Digamos: es esperanzador.

Personalmente, en algún momento me hizo falta una garrocha. El cinismo, cuando se convierte en la punta de lanza de un pensamiento, no es un recurso político menor. Lamentablemente, mi cinismo de polisgriega se fue quedando cada vez más solo.

Los intelectuales que me habían formado miraban hacia el horizonte y tomaban dos posturas: o insuflaban por última vez en sus vidas el aire puro de un campo cultural súbitamente vuelto a ser escuchado –como Beatriz Sarlo desde La Nación, siendo leída y criticada, pero sobre todo: leída otra vez como intelectual interviniente en la res publica–, o se espantaban ante el pragmatismo de lo que vislumbraban como alternativa y entonces se hacían kirchneristas: ahí surgió el espacio Carta Abierta.

Ese espanto no es –y hoy lo es muchísimo menos– un motivo menor para renovar un rumbo.

V

Mi cinismo estetizado y pretencioso me resultaba entretenido. Incluso me resultaba lucrativo. Era un modo de desnudar ciertas contradicciones –no se trata de convertir en hagiográfica la gestión kirchnerista– y también un modo de provocar. Entonces fueron surgiendo lo que los camaradas marxistas llamarían¬«contradicciones». Era el único cínico «estetizado y pretencioso» en un mundo de imbéciles brutalizados por un cinismo que sólo era la implantación más grotesca de los peores ideologemas noventistas. Me leían y me rodeaban individuos que no eran cínicos por opción ni prejuicio, sino porque no podían ser otra cosa. Althusser se hubiera hecho un festín, pero yo me estaba quedando solo, o peor, rodeado de interlocutores inválidos. Voces ineptas. Gente aburrida. Gris.

Esto no se trata del discurso de un converso, sino del discurso de alguien espantado al encontrarse rodeado de imbéciles. De amas de casa. De sujetos que oscilan entre un idealismo inútil por impracticable y una postura apolítica –la otra gran mentira ideológica de los noventa– por abulia moral. No se puede estar donde el Poder te pide que estés.

Llevado a la discusión por el #findelperiodismo, los vectores tal vez se ordenen más rápidamente. En el blog escribí:

«Todo lo permitible en la arena pública se coloca en suspenso cuando un poder público se enfrenta a un poder privado. Por su propia naturaleza, un poder público implica la posibilidad del abismo y la certeza de la restitución. Un poder privado, en cambio, es enteramente el cercenamiento de toda iniciativa ajena a su plena autocracia. La destrucción planificada y absoluta de la polis. Néstor Kirchner se va y deja el dilema abierto. La decisión toma una dimensión ética. O se está con la polis y sus posibilidades, o no se está.»

Ahí está mi #findeepoca.

Ahí abandono el cinismo por inconducente.

El salto inglés, como dice Vila-Matas. El instante en que el cinismo se me revela enteramente arcaico. Y un detalle más: eso fue escrito en un momento donde se desnudó como nunca antes la ausencia de interlocultores válidos. Ni el discurso del periodismo ni la doxa de lo cotidiano eran capaces de articularse como legibles. Ese vacío marcó otro tema que @soifer apenas esbozó con las palabras exactas: la brecha generacional.

Se funda una época –mi época– de brechas.

También generacionales.

VI

La opción no está por «hacerse o no kirchnerista», sino por dejar o no de hacerse el estúpido frente a lo real. La opción, por supuesto, no deja de tener una dimensión «intelectual» en un sentido sencillo: hay quienes ya no podrán abandonar su estupidez cínica. Por incapacidad intelectual, por incapacidad ética: ya no podrán. Ahí quedarán, en su baile retardatario del thanatos, calculando “cúanto habrán cobrado” por ser afectados quienes han sido afectados.

VII

Una hora después de saber que Néstor Kirchner había muerto, escribí: «Y nada de lo que vaya a pasar ahora será bueno para quienes creen que acaba de surgir una ventaja».

Luego fui goteando algunas ideas, mientras me desesperaba por pensar, escuchar y leer a mis contemporáneos:

-Con el #findeepoca también se decreta el final del cinismo. El 2011 nos encontrará inteligentes responsables o imbéciles irrecuperables.

-O se está con la polis y sus posibilidades, o no se está.

-Eso es lo que está pasando: todos han sido afectados.

-Rescato de los blogs que, aún a esta altura de su decadencia, generaron una red de interlocutores válidos que a mi alrededor no había.

-El 28 de octubre de 2010. El día de las afecciones. Todo sujeto lúcido ha sido interpelado y afectado por lo que pasó. El resto, #amasdecasa

-A mi me da tristeza lo que se quedó anclado en los ideologemas de los 90. Sólo podrá barrerlos de su mundo gris la muerte, supongo.

-Los camaradas #freelancers han ayudado a pensar en este y otros foros. Hay que seguir. Un honor. Muchas gracias.

VII

Llamemos a ese «colectivo amorfo e imaginario» de sujetos afectadospor el hecho político de mi época kirchneristas. Pero sólo por razones retóricas, porque ni yo ni varios otros de los afectados se definirían kirchneristas.

Entonces, respeto a los «kirchneristas del minuto 89» y respetaré mucho más a los del minuto 140 porque la opción es clara: después de la muerte de Néstor Kirchner, o se está con lo viejo y lo estúpido, o se está con lo nuevo y lo lúcido.

El camarada Facundo Falduto (@elfaco) sacó una foto interesante: «No me lloren, crezcan». Yo no lloré por Néstor Kirchner, jamás hubiese podido hacerlo, pero fui afectado y estimo casi con seguridad que crecí.



miércoles, 27 de octubre de 2010

 

Kirchner

Todo lo permitible en la arena pública se coloca en suspenso cuando un poder público se enfrenta a un poder privado. Por su propia naturaleza, un poder público implica la posibilidad del abismo y la certeza de la restitución. Un poder privado, en cambio, es enteramente el cercenamiento de toda iniciativa ajena a su plena autocracia. La destrucción planificada y absoluta de la polis. Néstor Kirchner se va y deja el dilema aún abierto. La decisión toma una dimensión ética. O se está con la polis y sus posibilidades, o no se está.


Etiquetas:


This page is powered by Blogger. Isn't yours?